viernes, 21 de noviembre de 2008

Sin caries.

Podría ser una preocupación para muchos tener la dentadura blanca y ordenada, ante la mirada sorpresiva de cualquiera que mira de reojo tu sonrisa. Estamos en años de dietas y mordidas que dejan un rastro en la carne, como recuerdo de la ultima vez que saboreamos el instinto antiguo del animal. Nos preocupamos por la alineación de los incisivos y la ordenada caída de los molares ante cada palabra que emanas en la mesa o la cama en la sorpresa de atrapar a la presa con mis garras.

Personalmente mi dentadura es como aquel edificio antiguo y en desuso que todos recordamos. respiramos en sus columnas y en sus pisos que eran tan sólidos como una muralla. ahora con la modernidad lo sostienen vigas y pilotes de hormigón, aceros y envolturas de lacas en toda la estructura que cuidan los portones de mis labios, olvidamos las bacterias en las gargantas y la respiración con su gemido, nos olvidamos de las cuerdas vocales que sedujeron tu silueta, tu entorno óseo. esto me inspira. quiero llevarte a mirar el mar y exhalar la brisa con la sal en los dedos que acarician tus labios por encima del pantalon, deslizar la mano hasta llegar al pubis y regodearte a empapar tu imaginación, los pezones, los huesos, el ombligo y el cuello son parte del tacto que recorre la lengua en ese vaivén de la fiera que no deja escapar su presa. Entre toda esa incertidumbre de salivas y gérmenes que se intercambian entre cada agitado soplido, solamente escuché una amenazadora voz que me decía, espero que no tengas caries en esa palabra entrecortada de alerta ante su boca intacta sin amalgama.

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